Puedes al menos intentarlo en este planeta web con nichos de mercado virginales que aguardan al colono 2.0 capaz de montar algo rentable en este paraje indómito. Así que encarámate a tu 4x4 emprendedor y enseguida estaremos “loading” el periplo.
De hecho, a veces, sólo por llegar el primerito y con una sencilla idea en la sesera, el negocio puede volverse redondo. En caso de duda, pregúntale a Amazon; una de las primeras tiendas on line de EE.UU. que ahora se come los mercados europeos y hace catas en el negocio de los smartphones. ¿A ver? ¿Recuerdas que hacías en 1994? Pues Amazon ya gestaba su gloria on line al convertirse en la primera tienda de libros en línea.
Un año después, en 1995, la oscense Barrabés abonaba la compra de su dominio en Internet y despachaba montañismo y pies de gato por toda España. Por aquellos años, la conferencia de su fundador, Carlos Barrabés (un Julio Verne de los negocios) sobre cómo Internet podía cambiar el mundo, sólo logró componer un raquítico público de 19 personas.
Desde luego, los sectores que apuntan maneras son las tiendas online. No en vano, el comercio electrónico despidió el año pasado con un nuevo récord de facturación en España, pues 9.201 millones de euros pasaron por caja, lo que supone un crecimiento del 25,70% frente a 2010 y de un 60% frente a 2009, según datos recientes de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT). Por lo tanto, la tasa de natalidad de e-commerce la tenemos por las nubes, pero nuestro espíritu emprendedor necesita infiltraciones de optimismo y “World Wide Web”.
Otros que también confiaron en la próspera tierra de Internet fueron los creadores de Minube. Una página que, desde 2007, tiene como objetivo echar una mano a los usuarios en la confección de sus viajes por todo el mundo, desde la búsqueda de hotel y avión, hasta consultar las recomendaciones de otros viajeros y evitar, de este modo, navegar a la deriva y sin la brújula vital del que llegó primero y compartió su experiencia en la web.
Visto cómo anda el percal, nuestros emprendedores habrán de confiar en el poder terapéutico del byte para sanar nuestras heridas económicas y, sobre todo, sacar relumbre a su vocación de colonos del planeta 2.0. Así que, astronautas, allá vamos.